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3 de junio de 2014

CUANDO LOS GALLOS CANTAN

Llegó a las 2 de la mañana y no durmió hasta las 6 y 15 que fue cuando entró a la ducha, antes de succionar el último `jalòn`. Esas ganas, ese deseo incontrolabe, estaba picado. Ahora el incómodo canto de los gallos empieza a desvanecerse igual  que los síntomas `placenteros` de los jalones; tiembla, tiene la boca amarga y pastosa, sus manos, torpemente abren la llave de agua caliente. El agua alivia un poco la ansiedad y el malestar. Cada vez que sus ojos cambian de dirección, el mundo y lo que en él existe se mueve. Se sugestiona, se dice a si mismo que todo va a estar bien para controlar el malestar psicológico, las preocupaciones de tener que ir a trabajar. El dolor físico no lo cura nada, excepto dormir, ya empieza a sentir la abstinencia. Solo piensa en llegar, pedir permiso alegando alguna enfermedad y regresar a su dormitorio y dormir. La madrugada terminó muy pronto, como lo que contenía su pipa; además por chatear con - según su buen  gusto - una hermosa fotógrafa que vive en la capital y por la excesiva necesidad de fumar la sustancia. Al amanecer solo le quedaban sus ojos color bermellón y una intranquilidad que provenía de las entrañas del espíritu. No tiene tiempo para el arrepentimiento. Sale de la ducha y con dificultad se viste. Tiembla (ese síntoma lo acompañará por el resto de sus días), las extremidades no responden las órdenes de su cerebro, quiere vomitar y la taquicardia ahoga su respiración. Cuarto para las 8, ya en la calle, saluda con desgano al vecino. Se apresura a coger un taxi. En su interior los síntomas se vuelven latentes, elevan su poder. –¿A dónde señor?- pregunta impaciente el taxista. Con las neuronas amortiguadas, quemadas y el último aliento piensa en cómo salir de la oficina. El taxi gira bruscamente, los líquidos se arremolinan en su estómago, se controla, abre la ventana para respirar el aire limpio y frío de la mañana. Al menos no tiene olor a alcohol, solo de un vaso de vino que duró el efímero paso de la madrugada y del placer. El corazón baila en su pecho. Paga el taxi, tiembla, se baja, cierra la puerta, respira hondo aunque es más un suspiro entrecortado. En ese estado, nadie soporta estar con gente al rededor. 5 para las 8. La fila para digitar el registro de asistencia se mueve despacio, saluda con alguien. –Buenos días- dice una voz de mujer  que pasa a su lado, su perfume es meloso, se marea. Siente que tod@s le miran, pero se consuela pensando que es por la sustancia en él, -no, no estoy llamando la atención- piensa. Llega a la oficina donde cumple funciones específicas de un comunicador, hay unas 3 personas conversando cerca de la entrada. Alcanza a articular un -buenos días- con una voz que le parece hueca, seca, sin vida y  pasa de largo a su escritorio. Alguien le mira fijamente, con habilidad esquiva esos ojos. Prende la computadora y respira. No soporta estar quieto, va al baño, moja sus párpados y sus palabras. Medio aliviado, calcula que decir para salir y dormir 2 horas, -solo 2 horas y voy a estar mejor…- piensa. Regresa a su escritorio, mira rápidamente para todas partes (menos a ojos humanos, no los tolera). No puede evitarlo y su mirada se cruza con los iris color café claro de su compañera. –Anoche fue la despedida de unos amigo que se van para México– se apresura a decir. –No he dormido nada- concluye con énfasis dando por terminada la interacción personal; regresa la mirada al monitor. A ella parece importarle un carajo sus argumentos, responde con desgano un –ahhhh -; por la mueca en su rostro y por su perfil psicológico, seguramente piensa en la irresponsabilidad de desvelarse entre semana por cuestiones sociales, esto además de la “extraordinaria” capacidad que tenemos la mayoría de seres humanos para juzgar y prejuiciar todo lo que pueda ser criticado. Ja!, siempre ayuda una actitud así. De vuelta a la computadora, finge abrir un documento y empieza a tratar de leerlo. Todo se mueve, las letras son masas amorfas color negro que van de un lugar a otro en el fondo blanco, se desespera, no se siente cómodo, solo quiere dormir. Inseparables, la taquicardia y la ansiedad se van pero vuelven con fuerza tomadas de la mano.

8 y 30 entra su jefe. Saludan normalmente. Es su oportunidad. En busca de argumentos para obtener un permiso, las enfermedades más inútiles y raras vienen a su cabeza: síndrome de Estocolmo, síndrome del hombre lobo, Coprofília, síndrome del Impostor, síndrome del acento extranjero, gripe del Congo, síndrome del hígado extranjero -maldita sea!!!– dice para sus adentros. Hora de la verdad. Se levanta de su silla y camina hacia el escritorio que está al fondo de la oficina que alberga a unos 8 trabajadores, su jefe que lo mira avanzar. -Economista Buenos días, no me siento muy bien, ayer tuve una reunión que se prolongó y comimos mariscos al parecer en mal estado creo que necesito un doc….-. Una pila de papeles vuelan como hojas de árboles, con el poder del viento de verano otoñal; su cuerpo cae torpemente sobre un escritorio, el golpe en el piso no lo tiene registrado, salvo por un chibolo en el parietal izquierdo y dinero en su cuenta por la liquidación. Esa madrugada, la misma rutina solo que esta vez alternaba el chat con la incesante búsqueda de trabajo, sus manos tiemblan cada vez que enciende la fosforera. -No entiendo porqué me despidieron- es el texto que se lee en el chat.

FILÁNTROPO ANTROPÓFAGO

4 de enero de 2014

CANTO PARA UN INICIO

Palabras de un corazón ataviado de desdicha
fuerzan reflexiones, juramentos, compromisos.

Liturgia bañada de ron; soledades compartidas;
reclamos extraviados; amor condicional,
es la plataforma para renovaciones tácitas.

Ahora: la interminable indecisión de los métodos;
la exploración de la causa de las dudas;
la fatigada gana de ser invencible
y la ilusión de compaginar letra y acciones.

¿Es posible?, la interrogación corroe,
¿es plausible?, la mirada de los otros aplasta.

Por fin, la cabeza de la dominante bestia aparece y grita,
su alcance desvanece muros y telarañas.
Mi verdad la acompaña y se ofrece altiva,
es la hora, el espacio se me ofrece con sus frutos listos,
los que acompañarán en este paso levantan sus escudos.

Mi garganta se llena con la conjunción de palabras exactas:
“Por mí y para mí el dibujar de esta ópera prima,
por mí y para mí la composición de este himno”,
y un río de lava sagrada limpia mis avenidas
antes habitadas por el gris domador de mi ambición,
y deja como herencia un nuevo inició,
y la esperanza sella mi futuro.

BÁRBARO @barbarooc