Dueño de una esquina, majestuoso rey de asfalto, porque vive y duerme en el asfalto; reina del otro lado, absurdamente sola, absurdamente triste, nunca quiso nada más que un cetro de tres colores.
Se reconocieron cuando coincidieron en horizontes, se encontraron cuando decidieron dar un paso más. Ahora viven en su castillo, al alto del Churo de la Alameda.
Como siempre: me puse de afrentoso y perdí, ¿sería porque justo me puse el bóxer blanco?, pero ¿cómo se va a jalar ese gol?... si estaba solito!!!… al otro día caminar a la oficina sin ganas de aparecer para la reunión de las nueve en punto, ocho horas para volver a mi casa y esconderme, pero antes explicar a más de cien personas (todas ellas cagadas de la risa) porque aparecí rapado a mate.
Cuando lava carros nadie lo reconoce, cuando le gritan su nombre de pila él no se reconoce, pero cuando se entrega al mosh todos se rinden ante el Rey Bacerola y el entiende por fin a donde pertenece.
CAMINATA
Tenía que llegar a la última parte de Quito, caminar toda la noche para demostrar que la adoraba. No era el único, por eso quería llegar antes que nadie. En donde tenían que estar sus piernas solo había una sensación de ausencia, pero no se iba a dar por vencido. La lluvia le devolvía la vida, sintió que estaba a pasos nada más y poco le falto para correr, al llegar, la gente aglomerada se asemejaba a un ciempiés gigante que le impedía verla. Frustrado, no pudo más y se desvaneció al pie de su puerta, pero ella es la Reina, nuestra Virgen del Quinche, así que le perdonó la ofensa de quedarse dormido.
Se perdió entre las risas de otros tantos perdidos, viendo la actuación de ese personaje que luego de que pasó el sombrero a la audiencia se encontró diez dólares en sueltos.
No conforme se volvió a perder ahora hipnotizado por bolas voladoras y voladores ; y ponedores; y servidores.
Le perdieron la cédula y sus otros documentos, después de varias horas se dio cuenta que no era mas él y peor aún que ya no tenía trabajo. Les reclamó a los hechizos de El Ejido por su mala suerte.
Se han contado tantas veces y cada vez con menos atención, recientemente escuche a un niño que le decía al hermano, “… y entonces el Gallo de la Catedral se quería escapar, y ahora cuando canta parece que dice - hasta la vuelta señor- …”.
